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Wednesday, June 28, 2017

La trampa de la estupidez


            El 23 de junio de 2016 se llevó acabo un referéndum en el Reino Unido el cual le permitiría separarse de la Unión Europea. Los resultados sorprendieron a muchos encuestadores ya que con un pequeño margen 51,89% contra 48,11% el “Brexit” se llevó la contienda. Inmediatamente David Cameron renunció al puesto de primer ministro dejando a Theresa May  como la encargada de ejecutar “la voluntad de los votantes”.

La libra sufrió una depreciación de 11% además de una apertura a la baja de la bolsa británica, europea y americana dejando en claro que el Brexit fue y es sinónimo de incertidumbre, si algo asusta a los mercados es esa palabra. En consecuencia, fue señalado por muchos economistas, desde Christine Lagarde directora del FMI hasta organizaciones como Morgan Stanley, que dicha incertidumbre tendría un efecto negativo en la inversión en el mediano y largo plazo.

            Un año después del Brexit, los fervientes creyentes de esta idea han perdido la fe.  Theresa May adelantó las elecciones generales para crear un ambiente de solidez y dejar por hecho que el Brexit sería el camino que seguiría el Reino Unido, pues pese a que May ganó con comodidad contra su igual socialista Jeremy Corbyn, termino perdiendo la mayoría en el Parlamento, lo que justo antes del comienzo de las negociaciones dejó expresamente que la estupidez es el movimiento dominante.

           Por otro lado, un año después la economía no parece haber sufrido  el crecimiento del PIB se estima cerca del 2% y la tasa de desempleo cerca del 4,6%, lo preocupante es que el Banco de Inglaterra ha mantenido una política monetaria expansiva llevando las tasas de interés alrededor de 0,25% y una tasa de inflación anual cercana al 2,9%.

Estos números no parecerían preocupantes en el corto plazo, pero cabe recordar que las tasas de interés tal y como están no pueden considerarse un equilibrio estable, así que no es sorpresa si pronto el Banco de Inglaterra decide comenzar a aumentarlas, lo que a su vez provocaría un aumento en el costo de la deuda, pese a que en el muy corto plazo la demanda agregada ha sido impulsada por el consumo, la teoría económica avecina una contracción en la demanda. Añadido a esto, la inflación comienza a presionar la calidad de vida de los “Britons” dado que el ingreso promedio de los hogares no ha crecido a la misma tasa, lo cual provoca a su vez que el consumo futuro se vea perjudicado.

 Por otro lado, cabe destacar que  45% del total de las exportaciones del Reino Unido van directo a la Unión Europea y aproximadamente un 50% de las importaciones provienen de la misma, es decir es el mayor socio comercial de los británicos. El Reino Unido representa menos del 7% del total de las exportaciones de la UE. En resumidas cuentas, el principal socio comercial del Reino Unido es la Union Europea lo que remarca la necesidad de conseguir un buen acuerdo para ambas partes pero en especial para quienes decidieron abandonarles en principio, puesto que de esto dependerá buena parte del consumo futuro de bienes transados en este mercado.

Theresa May ha remarcado innumerable cantidad de veces que luchará por conseguir el mejor acuerdo posible, lo que deja claro que el Brexit fue una completa estupidez ya que básicamente el mejor de los peores acuerdos también entra dentro de la definición del "best deal possible". El poder de negociación ha caído en las manos de la Unión Europea, siguiendo la teoría de juegos ambos tendrán que elegir el escenario donde minimicen sus perdidas. En palabras del inversionista que “quebró” al Banco de Inglaterra en una ocasión, George Soros: “May podría llegar a un acuerdo con la UE respecto de los futuros pasos, y acordar que Gran Bretaña siga en el mercado común el tiempo suficiente para hacer todo el trabajo legal necesario. Esto sería un gran alivio para la UE, ya que pospondría el aciago día en que la ausencia de Gran Bretaña creará un enorme agujero en el presupuesto comunitario. Un esquema como este beneficiaría a las dos partes.”

¿Cuál es la trampa de la estupidez?

En 1988  el historiador económico Carlo Cipolla presentó la controvertida teoría de la estupidez en donde señala que los individuos podemos ser estúpidos independientemente de nuestras características. De hecho, según Cipolla (1988) los estúpidos son un gran grupo altamente peligroso y poderoso. Sin duda es difícil que en algún momento de nuestras vidas no formemos parte de tal popular agrupación, en efecto,  podemos cuestionarnos lo que sucede cuando la estupidez se expresa abiertamente mediante el utensilio mas conocido de la democracia: el voto.

            Antes de cuestionar una sociedad de estúpidos y no estúpidos cabe aclarar que Cipolla (1988) clasificó a los individuos en cuatro categorías: En primer lugar los inteligentes, siendo aquellos benefician a los demás y a sí mismos. En segundo lugar, los desgraciados o incautos, quienes benefician a los demás y se perjudican a sí mismos. En tercer lugar los ya conocidos malvados, los cuales perjudican a los demás y se benefician a sí mismos. Y por ultimo, los ya antes mencionados estúpidos, quienes perjudican a los demás y a sí mismos.

            El voto ha sido el instrumento elegido por los británicos para demostrarle al mundo que las palabras de Cipolla son ciertas, los estúpidos son altamente peligrosos. El Reino Unido se encuentra ante el enemigo mas letal, la incertidumbre, pese a que las negociaciones comenzaron, las únicas opciones en la mesa son el Brexit “light” o “hard” aún cuando muchos Británicos sientan que fue un error y quisieran volver en el tiempo y cambiar su voto para permanecer en la Union Europea, los “Tories” se mantienen firmes en su decisión de decir adiós. El Reino Unido se verá en la obligación de encontrar el “best deal possible” como ha declarado Theresa May en todas las oportunidades que se le ha interrogado y asumir los costos que pueda traer en términos de inversión, precios y demanda agregada de cara al mediano plazo al tener que negociar con su mas importante socio comercial.

Referencias:


Cipolla, C. (1988). Allegro ma non troppo. Il Mulino


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